lunes, 3 de febrero de 2020

¿Qué modelo de orientación educativa necesitamos actualmente?

En este artículo colaborativo José Marcos Resola y Eugenia Jiménez comparten reflexiones acerca del modelo de orientación educativa que necesitamos actualmente. Completan el artículo las ingeniosas viñetas de Héctor Palazón 
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Viñeta de Héctor Palazón, orientador

“Mi modelo de orientación educativa requiere de un principio de realidad…” por José Marcos Resola.

Mi modelo de orientación educativa entronca con el modelo de programas, no concibo una intervención psicopedagógica que no provenga de un análisis de necesidades, se sistematice en intenciones pedagógicas, actividades y tareas, así como una evaluación de su implementación.
Para alcanzar este modelo contamos en la actualidad con dos grandes lagunas, una la falta de herramientas que nos ayuden a detectar necesidades de orientación, y dentro de ellas la distinción entre sentidas y asumidas. En segundo lugar el poco catálogo de programas de orientación educativa que conecten con la realidad de nuestra adolescencia del siglo veintiuno: adicciones, abusos, violencia y suicidios. Y no es solamente el programa, sino también su diseño metodológico, que debe superar la tradicional ficha-actividad por la tarea y el proyecto.
En mi modelo de orientación educativo sigo defendiendo los principios de prevención, desarrollo, empoderamiento e intervención social. Pero mi modelo requiere de un principio de realidad, la orientación educativa de la nueva década exige una organización de centros (horizontal y vertical) diferente. No podemos abogar por lo vocacional y no contar con oferta de formación profesional reglada, esto desorienta. No podemos seguir con la apuesta con una orientación educativa inclusiva y encontrarnos sin medidas para atender a la diversidad en enseñanzas postobligatorias. No podemos avanzar en innovación educativa pues la carga burocrática nos sobrepasa. Y no es sostenible un elemento de calidad del sistema educativo sin una racionalización de los recursos humanos.
Y por último, en la estructura de mi modelo de orientación, constato que la zona, centro y aula son imprescindibles. El aula no puede ser solo en Secundaria Obligatoria, debe abarcar también la Primaria y la Postobligatoria, pero no de manera transversal sino acotada en horario lectivo grupal. El centro debe ser estable y permanente, debe formar parte de la plantilla orgánica de los centros, la itinerancia ya la hemos probado y no es suficiente. Y la zona debería continuar pero con un mayor rango de especialización. A esta triple estructura, creo que deberíamos añadir una cuarta, la virtual. Debemos contar con un referente que atienda las dudas que el día a día nos marca la agenda de trabajo. Contamos con redes sociales petadas de preguntas de orientadores noveles, experimentados y veteranos que requieren de respuesta inminente y certera, siendo a veces imposible de conseguir. Debemos contar con una red virtual que responda las dudas.
José Marcos Resola
Orientador del IES SIERRA MÁGINA. Mancha Real (Jaén)
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Viñeta de Héctor Palazón, orientador

“Lo clave para mí no es elegir teóricamente un modelo, sino tomar conciencia de que no se está cumpliendo…” por Eugenia Jiménez.

En cuanto a los principios en los que se debe basar: creo en el modelo educativo y preventivo que supuestamente es el actual y que entiendo que es el que la mayoría compartimos. El problema es que, casi sin que nos demos cuenta, continuamente corre el riesgo de deslizarse hacia un modelo clínico, en el que nos centramos en diagnosticar casos, o peor aún, en derivar frecuentemente a los dispositivos de Salud Mental para que los diagnostiquen allí. En cualquier caso, con el fin de buscarles respuestas individualizadas y tratarlos con profesionales muy especialistas. Aunque se supone que nuestra función es evaluar necesidades educativas y no diagnosticar, realmente no es exactamente así desde que el concepto n.e.e. tiene que ir asociado necesariamente a una etiqueta diagnóstica para incluirlo en censo y conseguir recursos. Éste último, por cierto, sería un requisito que tendríamos que repensar.
Lo clave para mí no es elegir teóricamente un modelo, sino tomar conciencia de que no se está cumpliendo y reflexionar colectivamente sobre qué podemos hacer para revertir esa tendencia perversa, la que señala y casi culpabiliza a los alumnos afectados y que no es eficaz para que el alumnado tenga un mejor aprendizaje, con una mejor convivencia y mayor salud integral.Mi opción es apoyar emocionalmente al profesorado que señala un caso que le preocupa, para reelaborar a continuación su demanda hacia una propuesta de actuación conjunta (familia-profesorado-D. Orientación), consensuada por todos los agentes y no dirigida sólo por nosotros. Una actuación que pase por agotar medidas ordinarias y que suponga un aprendizaje práctico para los docentes implicados que les dé herramientas para atender desde su aula el próximo caso similar.
También, una coordinación con los Equipos de Salud Mental en la que acordemos, sin prejuicios corporativistas, qué situaciones humanas podemos atender mejor desde cada institución. Y realmente, lo mejor para el alumnado sería que la mayoría se aborden desde nuestro contexto, mucho más normalizador, con el apoyo o incluso la intervención directa de esos otros profesionales. Es verdad que eso requeriría más personal de orientación educativa. Pero es que la reclamación de una ratio sensata orientador/alumnado es un requisito imprescindible para este modelo preventivo.
Un modelo educativo que no escore tanto hacia la atención a la diversidad si funcionamos de esta forma y con más personal, nos puede permitir dedicarnos más a la orientación vocacional y la acción tutorial. Para ello también es necesario que la Inspección aclare nítidamente a los centros que la atención a la diversidad no es responsabilidad del D. de Orientación, sino de todo el profesorado y muy especialmente del equipo directivo.
En cuanto a la orientación vocacional, creo que debemos avanzar hacia un modelo centrado en ayudar a cada estudiante a descubrir sus talentos y a entrenarlos. Eso me parece lo más importante. No pueden buscar su “lugar en el mundo” sin saber dónde encajan mejor. Necesitamos también más material audiovisual, como vídeos de cada ciclo de FP, carrera universitaria, etc. para llegar a ellos. Asimismo, enseñarles a discriminar en la red las fuentes de información fiables.  Y experiencias reales de inmersión en ámbitos laborales, para que puedan descubrirlos realmente. En Alemania, por ejemplo, lo hacen desde 3º de ESO. Más intervención con las familias, que terminan determinando las decisiones de su prole en función de ideas previas no contrastadas. Un trabajo colaborativo de los orientadores/as para construir webs que organicen de forma clara la información tan dispersa y compleja del sistema educativo actual, con enlaces a las webs de cada opción. Coordinación con los orientadores laborales para contar con datos del mercado laboral presente y futuro, así como para ayudarles al paso al mundo del trabajo. Y un acompañamiento a familias y alumnado en el proceso también complejo de solicitudes y matriculación online que se está imponiendo, como garantía de igualdad de oportunidades ante la brecha digital.
Y respecto a la acción tutorial, programar las tutorías junto con los tutores/as desde el análisis real de necesidades de cada nivel y cada grupo, no fundamentalmente desde las efemérides o desde un diseño estándar. Consolidar las reuniones semanales como espacio de apoyo y de formación. Como en los otros ámbitos de intervención, creo que necesitamos escuchar más al alumnado, para responder a un mapa del mundo que no es el nuestro.
Por otro lado, supone mucho más trabajo en los ETCP, con nuestra participación, en los que se rediseñen las medidas organizativas y se acuerden intervenciones por programas que respondan al análisis de las necesidades reales. Ello requiere, para empezar, que los Jefes del Departamento de Orientación sean sistemáticamente los Orientadores/as, aunque en Andalucía, por ejemplo, eso no ocurre en los casos en los que el Orientador/a no es definitivo, y limita nuestra actividad asesora en su espacio más importante. Por cierto, un análisis de necesidades real implica conocer la visión del alumnado y las familias sobre la labor del centro, darles voz.
En cuanto a nuestra estructura de funcionamiento, creo que, para aplicar este modelo, cada CEIP debe tener su orientador/a a tiempo completo. Si no es así, se terminan centrando en las evaluaciones psicopedagógica sin tiempo para más. Y que los orientadores de cada nivel y localidad tengan una estructura clara de coordinación y apoyo mutuo. Los de Primaria ya la tienen, con sus reuniones de los viernes y una persona que realiza la coordinación del equipo, con funciones claras y tiempo destinado a ella. Es fundamental ampliar esa estructura a Secundaria: un/a coordinador/a local/de zona (con la misma demarcación que los EOE), con reconocimiento oficial y tiempo destinado a esta labor, que convoque a reuniones de coordinación a sus compañeros, para trabajar conjuntamente las dudas y los materiales.
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Viñeta de Héctor Palazón, orientador

Para completar las reflexiones de José Marcos y Eugenia Jiménez sobre el modelo de orientación, recomendamos la lectura del artículo Orientación educativa basada en programas de prevención y desarrollo”, por  Juan Carlos de Soroa.